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 “Nos encontramos ante una sociedad que no sabe distinguir entre el valor de las palabras y su coste, que sólo les da sentido si tiene que pagar por utilizarlas ya que si son gratis pierden el respeto que merecen. Quizás sea necesaria una reflexión acerca de si merece la pena haber dejado atrás aquellos anuncios por palabras en los que cada palabra tenía no sólo un valor semántico sino también un valor económico”.

Así concluía un post escrito hace casi nueve años y publicado en este mismo espacio y que, por algún motivo, se ha convertido en el más leído de todos los que hemos publicado, que dicho sea de paso, no son pocos. A veces, las cosas suceden sin más, sin ninguna explicación aparente, y eso es precisamente lo que ha ocurrido en este caso. Bajo el título “Economía del lenguaje”, esta publicación pretendía compartir una reflexión acerca del valor del lenguaje y de la estrecha relación que mantiene con su coste. Lamentablemente, cuando cada palabra tiene un precio, según su extensión, se torna importante. Sin embargo, cuando se dispone de un espacio ilimitado, las palabras se reproducen por doquier, aunque no contengan valor alguno. 

En los últimos años, han nacido muchas aplicaciones móviles y páginas web orientadas a la compra-venta de todo tipo de productos y servicios. Wallapop, Vibbo -aplicación concebida para sustituir a: segundamano.es.-, Vinted, Sellfun, Letgo, la veterana Ebay, Milanuncios -pertenece al gigante de las aplicaciones móviles Schibsted Classified Media, y tienen Infojobs, Fotocasa, entre otras.

Las ventajas que ofrecen es que son gratuitas y que permiten publicar cuanta información se desee, o casi (algunas marcan alguna restricción, pero generalmente suelen ser muy laxas). De hecho, muchas de ellas animan al vendedor a realizar una extensa descripción de lo que desea vender, alegando que así se vende más y mejor. Y eso, precisamente eso es lo que quieren, que los usuarios vendan pronto y bien, para que esté contento y repita en un futuro próximo. De este modo, se amplía el tráfico y… ¡el negocio!, por supuesto. Y es que lo de menos es la información que se publica.

Naturalmente, no siempre más es mejor. Y especialmente en publicidad, una disciplina donde seducción y persuasión son las mejores armas de que dispone para comunicar. Recordemos, insinuar mejor que mostrar. Llegados a este punto diremos que, el valor de las palabras no se mide por la cantidad de palabras, sino por los vocablos escogidos. Lo importante no es la cantidad de caracteres, sino la idoneidad de los mismos. A los hechos me remito, que el éxito del post que originó el presente escrito, seguramente, se debe al acierto del título, que además, no puede ser más escueto.   

Según la RAE, ‘economía’ es la “administración eficaz y razonable de los bienes”. Por tanto, vamos a quedarnos con esta definición y a considerar la palabra como el bien más preciado que tenemos los hombres para comunicarnos. Valorémoslo como merece y velemos por su administración eficaz y razonable, más allá de los caracteres que se nos permitan usar, seamos buenos economistas, aunque solo sea por respeto. En publicidad, las palabras valen y cuestan. La economía en cuanto a coste es necesaria para tarificar un espacio. La economía en cuanto a valor, es necesario para dar sentido a las palabras. Decíamos que más no es mejor, pero menos tampoco siempre es más. ¿Por qué no retomamos la vertiente más económica del término, en clave imaginaria, y ahorramos al mundo las palabras vacías? ¿Acaso no es mejor el silencio, que además es gratis? 

 

Carolina Serra
Marketing Strategies