Seleccionar página

La semana pasada se celebró en Barcelona el X Congreso Mundial de Antiguos Alumnos de Jesuitas. La sede principal de las ponencias fue el colegio de Sarrià- Sant Ignasi, de cuya Asociación de AA.AA. me enorgullece haber sido presidente hace unos años, y que organizó de forma espléndida dicho Congreso. Me causó una grandísima impresión la conferencia de Lisa Hehenberger, PH.D., profesora del departamento de Dirección General y Estrategia de ESADE, y directora del Esade Center for Social Impact. En un estudio a jóvenes que estudian MBA, a la pregunta “¿qué tipo de líder aspiras a ser”?, respondieron:

  • Inclusivo, Empático, Apasionado y Tranquilo, que lleve la inversión de impacto en sus principios de actuación
  • Alguien que ayude a los demás a tener una vida saludable y sostenible
  • Inspirar y formar parte de un equipo que persiga la visión de vivir en un mundo mejor del que me he encontrado
  • Crear un patrimonio público del medio ambiente y proponer soluciones que reduzcan los problemas del cambio climático y creen un impacto social positivo a través de los negocios
  • Alguien que conduzca a la sociedad y a las inversiones hacia la transición ecológica y economía social más justas

Estas ideas no son nuevas, y recogen las necesidades de cambio que mueven a los jóvenes a trabajar por unos fines acordes con la situación general. Pero, ¿qué se entiende por “inversión de impacto”?

Son las inversiones realizadas en empresas, organizaciones y fondos con la intención de generar impacto social y medioambiental junto a un retorno financiero. Las características principales de este tipo de inversión son:

  • Causar un impacto de forma intencionada
  • Esperar un retorno financiero
  • Medir el impacto logrado

De ahí que la “sostenibilidad”, palabra que está detrás de las aspiraciones de los nuevos líderes, sea el punto de encuentro de tres conceptos: medio ambiente, sociedad y retornos financieros. No hay que confundir “inversión de impacto” con “filantropía” – que no espera retorno financiero – ni con las llamadas “inversiones socialmente responsables (ISR)” – que sí esperan un retorno financiero similar al retorno medio del mercado -. La inversión de impacto social y/o medioambiental espera retornar el capital invertido con un cierto “dividendo”, aunque éste último esté por debajo de la media del mercado, y busca de forma proactiva un impacto en la sociedad, a diferencia de las ISR’s que “tienen en cuenta” objetivos ESG (environmental, social and governance).

La inversión de impacto ha crecido de 4.000 millones de dólares en 2012 a 715.000 millones de dólares en 2019. Confiamos en que estos líderes del próximo futuro, a través de sus decisiones de inversión, nos conduzcan a un mejor planeta y a una sociedad donde la justicia social sean los espejos donde mirarnos. ¡Y que lo podamos medir de forma adecuada!

José Manuel Casasnovas Roldós, Consejero Delegado