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Recientemente hemos podido saber que está previsto el inminente cierre de Deulofeu, la mítica camisería de la plaza de Sant Jaume, y de El Indio, la tienda de tejidos ubicada en la calle del Carme, 24. Aunque prevista, esta noticia representa un duro revés para la fisonomía de Barcelona. Realmente la personalidad de una ciudad se forja a partir de este tipo de locales; negocios emblemáticos con historia y con historias. Además de ser una atracción turística, este tipo de establecimientos representa un centro de historias, de anécdotas, de recuerdos y, por qué no, un hervidero de cultura de nuestra propia existencia y de nuestra ciudad. Porque todos hemos pasado alguna vez por delante de El Indio, o del Palacio del Juguete, o de la pastelería La Colmena, o del colmado Quilez, o de la mantequería Ravell; o habremos consumido algo en La Palma, en las granjas Viader, o en el Muy Buenas; o simplemente habremos escuchado a nuestros antepasados hacer alusión a alguno de estos locales. Y sin duda es mucho mejor verlos y vivirlos, que recordarlos y anhelarlos.

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Anuncio de El Indio (La Vanguardia, 1 de marzo de 1927, pág. 10)

En el momento en que desaparece alguno de estos nombres perdemos un poco de nuestra esencia. Sin embargo, la puesta en práctica de determinadas iniciativas demuestra que los ciudadanos sí quieren recordar y quieren aprender la historia de su ciudad. Como muestra se nos ocurre el éxito que obtuvo la exposición que precisamente protagonizó el fundador de esta empresa, Rafael Roldós Viñolas: “Publicidad en Cataluña 1857-1957. Roldós y los pioneros”, inaugurada por estas fechas hace tres años. Desde el 6 de octubre de 2011 hasta el 1 de Abril de 2012 se pudo recorrer en el Palau Robert la evolución de la publicidad en nuestro país desde su nacimiento hasta la llegada de la televisión. La muestra superó todas las expectativas previstas, tanto en lo referente al número de visitas, cifrado en 67.461, como en la amplia repercusión mediática que consiguió. A saber, los medios que se interesaron por la exposición y se encargaron de darle difusión se contabilizan en: más de ocho programas de televisión, una emisora de radio, catorce cabeceras impresas, veinte medios digitales, más de cien páginas web de instituciones muy diversas, entre otros. No en vano, la historia de la publicidad representa la historia de un país, pero la historia de la publicidad no puede ser escrita sin tener en cuenta al gran protagonista: el anunciante. Estos primeros comerciantes favorecieron el nacimiento y la evolución de la profesión publicitaria a finales del siglo XIX, y favorecieron el desarrollo económico de la Ciudad Condal. Precisamente ellos, con sus temores y su inexperiencia, se animaron a insertar los primeros anuncios en la prensa escrita para dar a conocer sus respectivos productos y establecimientos.

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Anuncio de salón ya desaparecido, publicado por Roldós (La Vanguardia, 15 de abril de 1943, pág. 2)

Ya sea por la expiración del plazo máximo de la ley concedida para extinguir los contratos de renta antigua, por una mala gestión del negocio, por la obsolescencia de determinadas actividades, o por los motivos que sean, muchos de estos comerciantes centenarios están desapareciendo. Y, en tanto que desaparecen la ciudad pierde un poco de historia.

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Anuncio de peletería ya desaparecida, publicado por Roldós (La Vanguardia, 23 de abril de 1944, pág. 2).

Y esto no afecta sólo al comercio; lo mismo sucede con las empresas de servicios. Este es el caso, por ejemplo, de Roldós, que con más de 140 años de antigüedad y siendo la agencia más antigua del mundo en activo seguimos luchando para que la historia de la ciudad nunca deje de tener historia.