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A pesar  de lo que muchos habían vaticinado, hay vida más allá del 21F. Y es que desde que Netflix anunciara su cambio de política y consecuentes restricciones en cuanto a las cuentas compartidas, muchos pensaban, poco menos, que el fin del mundo estaba a punto de producirse. Bueno, mejor dicho, que esto era el fin del mundo. Hoy, 22 de febrero de 2023, parece que la cosa  no era para tanto (disculpad quienes no estéis de acuerdo), o por lo menos no lo era en cuestiones metafísicas.

Dejando a un lado el apocalipsis, es cierto que estas nuevas medidas de la plataforma audiovisual más famosa del mundo han cogido por sorpresa a todos sus usuarios, una cifra que, dicho sea de paso, supera los doscientos millones en los casi 200 países en los que opera.

Sin embargo, también es cierto que gracias a ello muchos de estos usuarios se han replanteado, por primera vez en años, el uso que realmente le estaban dando a esta plataforma en particular, y a todas las demás en general. Muchos han caído en la cuenta de que, últimamente, apenas las consumen ya que pasan más tiempo decidiendo qué ver, que disfrutando del contenido en sí. Salvo en el caso de las series, claro está, la mejor elección cuando uno no tiene ganas de decidir: solo hay que “darle al play”. Otros se han dado cuenta de que se han hartado de tanta pantalla, y han tomado consciencia del número de horas diarias que se invierte en los dispositivos. Prefieren el disfrute de leer un libro o de una buena conversación. En esta línea de hartura, también hay quienes han retomado viejas costumbres, como la de navegar por la programación televisiva, haciendo “zapping” una y otra vez mientras whatsappean, twittean o chafardean a través de sus teléfonos móviles.

En otra línea, hay quienes han caído en la cuenta de que disponen de más de una plataforma de pago y que realmente uno no dispone del tiempo suficiente para rentabilizarlas todas. En una sociedad cada vez más consciente del buen uso del consumo y de la reducción de gastos duplicados, esta circunstancia ha provocado que algunos analizaran la oferta completa de todas las plataformas de que disponían y mantuvieran la o las (en el mejor de los casos) que mejor se adaptaba a sus intereses. Pero no podemos obviar a quienes disfrutaban de Netflix a través de técnicas menos ortodoxas: cuentas compartidas, cuentas duplicadas, etc., muchos de los cuales ahora se han visto obligados a darse de baja para siempre, por no poder hacer frente al precio de la suscripción.

                          Fuente: https://es.statista.com/estadisticas/598771/numero-de-suscriptores-netflix-en-streaming-en-todo-el-mundo/

Pues bien, ante este panorama tan amplio, como agencia de medios nos interesa, y mucho, aquellos que han mantenido o han mutado de tarifa, y  se han acogido al plan más económico, a la tarifa básica: la que ofrece un oferta parcial de contenido bajo la presencia publicitaria. Y es que, de nuevo, volvemos en el mismo error: ¿por qué la publicidad se presenta como “el castigo” para los pobres? Parece ser que quienes disponen de recursos se pueden permitir el lujo de sortearla y no tener que pasar este “mal trance”, el de ver anuncios, mientras que aquellos con una renta más baja, o con menos ganas de invertir su dinero en esta opción de ocio deben pagar el castigo. Y es que el problema es este: la presentación de la publicidad como contraprestación. Hagamos un ejercicio de imaginación muy sencillo. ¿Dejaríamos de ver todas las películas y series en las que el emplazamiento de producto está tan presente que altera guiones, escenas y personajes? ¿Y aquellas producciones realizadas, directamente, por grandes marcas? ¿Acaso nos molesta el branded content, una acción publicitaria realizada con el único objetivo de generar valor de marca y engagement con un público determinado? Ah, no, debe ser que estas opciones, por nuevas, aún son cosa de ricos.

Qué pena que no sepamos dar valor a la comunicación publicitaria y que las plataformas no la vean como una aliada para incrementar sus ingresos, abaratar tarifas y mejorar contenidos. Y es que la publicidad, si es buena, se emite en su justa medida e impacta a quien debe, es un aliado, no un enemigo. Es decir, si se realiza una buena campaña y se respetan los principios de no saturación, no repetición y una buena planificación, debería ser aclamada y reclamada hasta por la audiencia. Por lo visto, parece que aún debemos seguir esperando… Hasta entonces, si quieres que te ayudemos a planificar tu campaña, en cualquier plataforma audiovisual o musical, no dudes en contactar con Roldós Media. Haremos que no se convierta en el enemigo de nadie.

Carolina Serra